Por tanto, si hay alguna consolación en Cristo, si algún consuelo de amor, si alguna comunión del Espíritu, si algún afecto entrañable, si alguna misericordia, completad mi gozo, sintiendo lo mismo, teniendo el mismo amor, unánimes, sintiendo una misma cosa. Nada hagáis por contienda o por vanagloria; antes bien con humildad, estimando cada uno a los demás como superiores a él mismo; no mirando cada uno por lo suyo propio, sino cada cual también por lo de los otros.
Filipenses 2:1-4
Estos versículos son un llamado del apóstol Pablo a la unidad de la iglesia (lo cuál le produciría sumo gozo).
La unidad de la iglesia, y aquí en particular, de la iglesia local, es algo que todos deseamos. Porque el Señor así lo expresó, «que sean uno».
Y cómo logramos eso? Si en realidad lo anhelamos.
Evitando la contienda… es decir, no busquemos crear discordia, si sabemos que podemos evitar herir o crear conflicto, actuemos así.
Evitando la vanagloria… Que nuestra motivación sea la gloria de Cristo, la edificación de los hermanos, y no la búsqueda de halagos que inflen nuestro orgullo.
Teniendo en alta estima a los demás… Pablo nos llama incluso a pensar que los demás son mejores que nosotros (ufff!), que no seamos nosotros el centro.
No es una tarea fácil, imposible para el hombre natural, pero es la obra del Espíritu en nosotros… Aprender a amar a cada hermano, recordando cuánto se nos ha perdonado, qué misericordia se ha derramado sobre nuestras vidas.
Dios nos bendiga y nos ayude a siempre tener presente lo que Él está haciendo en nosotros como su pueblo!!!