Lectura: Lucas 11:27-28
Al ver la maravilla del poder de Jesucristo liberando a los oprimidos por Satán esta mujer exclama en una expresión maravillosa: “¡Dichosa tu madre! ¡Qué bendición tenerte como hijo!
Y en verdad María es una de las mujeres más bienaventuradas de la historia. Ella tuvo la dicha de llevar en su vientre al Salvador. Ella es, tal cual el ángel se lo dijo especialmente bendita entre todas las mujeres.
Ese privilegio es exclusivo de María, por la gracia del Señor que ella inmerecidamente recibió. Nosotros también podemos experimentar un motivo de dicha (y a eso apunta la respuesta de Jesús).
¿Has escuchado la Palabra del Señor en El Evangelio de Jesucristo?
¿Has visto tu corazón transformado por esa Palabra?
¿Está esa semilla, que el Señor ha sembrado en tu vida, dando frutos de obediencia?
¿Amas ahora los mandamientos del Señor y te gozas en su Perfecta Ley?
¿Anhelas y procuras ser santo, como Tu Señor es Santo?
Entonces has nacido de nuevo. Entonces, vos que estabas muerto has recibido vida. Vos que eras un extraño y enemigo de Dios has sido hecho Su Hijo.
¿Hay una dicha mayor?
El bien supremo del hombre es Dios, conocerlo y ser conocido por Él. Amarlo como Señor y Rey de nuestro ser. En esa Verdad se fundamenta nuestra dicha, y nuestra vida.
El bien supremo del hombre es Dios, conocerlo y ser conocido por Él. Amarlo como Señor y Rey de nuestro ser. En esa Verdad se fundamenta nuestra dicha, y nuestra vida.
PARA PENSAR: ¿Meditamos en el privilegio inmerecido que tenemos de ser hijos de Dios? ¿Es nuestro gozo el sabernos amados así?