Lectura: Lucas 11:29-32
La multitud se aglomera. ¿Qué quieren ver? ¿A Jesús? Sí y no.
Quieren ver señales, milagros, cosas que los asombren, pero no están tan dispuestos a seguir el llamado que Jesús hace. Un llamado a arrepentirse, y volverse a Dios de corazón.
Los ninivitas escucharon al profeta Jonás, y por su arrepentimiento, el Señor tuvo misericordia de ellos. La misma reina de Saba viajó cientos de kilómetros para escuchar a Salomón y su sabiduría.
Y ahora, la multitud tiene ante ellos a quién es el cumplimiento de toda profecía, a quién es la sabiduría misma (Colosenses 2:3), pero no están dispuestos a escuchar y ver realmente.
¿Cuánta evidencia necesitan? ¿Cuántas señales más quieren ver?
Las señales no son el fin en sí mismas. Los milagros, las liberaciones, todas y cada una de las maravillas que han podido ver apuntan a Jesús y su identidad.
Jesús es quien tiene autoridad sobre la naturaleza, sobre los demonios, sobre la enfermedad y hasta sobre la misma muerte. Esto es la evidencia de la identidad de Jesús como el Mesías. Jesús es el Cristo de Dios. Jesús es el Señor del Universo caminando sobre nuestra tierra.
PARA PENSAR: ¿Están nuestros ojos puestos en Jesús o en las señales? ¿Cuántas veces nos distraemos en lo irrelevante? Como dice el refrán: “No hay peor ciego que el que no quiere ver”. ¡Señor, danos luz!