Nuestro texto de hoy
Por eso, cuando fui a ustedes, hermanos, proclamándoles el testimonio de Dios, no fui con superioridad de palabra o de sabiduría. Porque nada me propuse saber entre ustedes excepto a Jesucristo, y Este crucificado. Estuve entre ustedes con debilidad y con temor y mucho temblor, y mi mensaje y mi predicación no fueron con palabras persuasivas de sabiduría, sino con demostración del Espíritu y de poder, para que la fe de ustedes no descanse en la sabiduría de los hombres, sino en el poder de Dios.
1 Corintios 2:1-5
Meditemos
El centro del mensaje de Pablo es la cruz…
Un mensaje sencillo: la predicación de Pablo no estuvo llena de palabras floridas. Pablo les entregó un mensaje sencillo. El poder del mensaje no está en su elocuencia. Está en la esencia. Está en quién envía al mensajero. La “sabiduría” humana es insuficiente para entender o predicar este mensaje.
El mensaje de la cruz no necesita nada más. Querer agregar algo más es, en realidad, quitarle.
“Pablo era un testigo de la revelación de Dios, no de su propio entendimiento humano, razonamiento o inclinaciones humanas. Todo predicador debe hablar solamente el testimonio de Dios, nada de opiniones propias o psicológicas, etc.” (Cristian Palomares)
Un Mensaje del Espíritu, un mensaje de Dios: La naturaleza misma del mensaje apunta a Dios, solo a Dios. Es el poder de Dios, y no la elocuencia del mensajero lo que le dan respaldo. En último caso el poder del mensaje del evangelio se refleja en la vida del mensajero, no en su elocuencia.
La cruz, ese es el mensaje. Su necesidad, su poder, su suficiencia. Ese es el único mensaje que puede transformar corazones.
La cruz, ese es el mensaje. Su necesidad, su poder, su suficiencia. Ese es el único mensaje que puede transformar corazones.
Un mensaje que hace temblar al mensajero: Pablo se sabe representante de un mensaje sin igual. Su responsabilidad es presentar el evangelio sin aditamentos. Y esa responsabilidad lo hace temblar. Proclamar el evangelio es a la vez un tremendo privilegio, pero también una enorme responsabilidad. Nadie debería tomarlo a la ligera.
Proclamar el evangelio es a la vez un tremendo privilegio, pero también una enorme responsabilidad. Nadie debería tomarlo a la ligera.
La fe del que proclama el mensaje y la fe del que lo escucha no puede jamás descansar en otra cosa que no sea el poder de Dios.
Un detalle para señalar
Lee lo que dijo Charles Spurgeon sobre esto:
“El poder del evangelio no está en la elocuencia del predicador, de ser así los hombres serían los que convertirían a las almas, tampoco depende de los conocimientos del predicador, pues de esa forma consistiría en sabiduría humana. Podemos predicar hasta que nuestras lenguas se cansen, hasta que se agoten nuestros pulmones y muramos, pero nunca se convertiría un alma a menos que el Espíritu Santo use la palabra de Dios y dé el poder para convertirla.”
Para pensar
¿Alguna vez creemos que es necesario conocer algo más que al Cristo Crucificado? El evangelio, y solo el evangelio es nuestra primer necesidad. Si no conocemos a Cristo no conocemos nada más, somos absolutos necios.
El evangelio, y solo el evangelio es nuestra primer necesidad. Si no conocemos a Cristo no conocemos nada más, somos absolutos necios