Lectura: Lucas 7:1-10
Vemos en este pasaje la fe de un centurión romano que confiaba en el Dios verdadero. Lo que en esa época se conocía como un prosélito, es decir, alguien que no había nacido como judío pero había llegado a creer en el Dios de Abraham, Isaac e Israel. Tal era su fe que había sido muy generoso en la construcción de una sinagoga y era muy apreciado por los judíos.
Un siervo del centurión estaba enfermo, y vemos su rectitud en el hecho de amarlo tanto como para pedir ayuda de Jesús, de quien ha oído hablar.
Él dice: si yo, que soy un soldado, sé lo que significa obedecer, y ser obedecido, también sé que vos, que tenés una autoridad mayor a la mía simplemente ordenando que mi siervo sane podés hacerlo. Porque tu autoridad viene de Dios, y no de los hombres.
Jesús, el Hijo del Hombre, tiene autoridad sobre la muerte y la enfermedad. Es su identidad.
Y en eso confía y deposita su fe este centurión. En quién es Jesús, en Su poder y Su autoridad. Maravillosa fe, que merece el reconocimiento de Jesús.
PARA PENSAR: Anhelemos una fe como la de este centurión, que descanse plena y absolutamente en quién es Jesús.