Lectura: Lucas 9:18-27
Finalmente, luego de todos los milagros y señales que hemos leído, luego de los planteos de Herodes y la gente acerca de quién es este que tales cosas dice y tales cosas hace… Nos llega la respuesta.
Ustedes, dice Jesús a sus discípulos – ¿Quién dicen que soy yo?.
Pedro, por el Espíritu Santo, hace explícito en palabras lo que los hechos vienen demostrando: Jesús es el Cristo de Dios, el Mesías.
Este pasaje es riquísimo, podríamos meditar muchas cosas acerca del mismo, miremos al menos un par de cosas.
La identidad de Jesús: Jesús hace explícita su identidad divina delante de sus discípulos. No están siguiendo a un profeta más, sino que están siguiendo al Mesías prometido y al que toda la Ley y los Profetas apuntan. La identidad de Jesús como Dios encarnado explica, finalmente, su autoridad sobre la naturaleza, sobre la enfermedad, y hasta sobre la muerte y el pecado.
La misión de Jesús: La razón por la cual Jesús les pide a los discípulos que no revelen esto a nadie es porque su misión no es simplemente derrocar al poder del Imperio Romano sino cargar sobre sí el peso de toda la maldad humana y padecer por el pecado de los hombres, sufriendo y muriendo en nuestro lugar.
La identidad de sus discípulos: los discípulos de Jesús no son ciudadanos de este mundo, no viven con los mismos criterios que los demás. Ser un discípulo de Jesús implica estar dispuesto a vivir así. Dispuestos a morir a nuestro egoísmo y nuestro pecado y entender que la verdadera vida está en Cristo. Para que podamos decir, como Pablo: “Ya no vivo yo, vive Cristo en mí” (Gálatas 2:20).
PARA PENSAR: ¿Queremos conocer a Jesús? ¿Queremos ser sus discípulos realmente?