46 Entonces María dijo: Mi alma engrandece al Señor, 47 y mi espíritu se regocija en Dios mi Salvador. 48 Porque ha mirado la humilde condición de esta su sierva; pues he aquí, desde ahora en adelante todas las generaciones me tendrán por bienaventurada. 49 Porque grandes cosas me ha hecho el Poderoso; y santo es su nombre. 50 Y de generacion en generacion es su misericordia para los que le temen. 51 Ha hecho proezas con su brazo; ha esparcido a los soberbios en el pensamiento de sus corazones. 52 Ha quitado a los poderosos de sus tronos; y ha exaltado a los humildes; 53 a los hambrientos ha colmado de bienes y ha despedido a los ricos con las manos vacías. 54 Ha ayudado a Israel, su siervo, para recuerdo de su misericordia 55 tal como dijo a nuestros padres, a Abraham y a su descendencia para siempre.
Lucas 1:46-55 (LBLA)
¿Qué está sucediendo?…
En el pasaje que acabamos de leer encontramos las palabras de María, la madre de nuestro Señor, estallando en un canto de gozo por lo que Dios está haciendo, en y a través de su vida.
Dios ha enviado un ángel, para anunciarle que ella recibirá el milagro de ser la madre del Santo Hijo de Dios.
Tal como ella misma se lo dijo al ángel, es imposible que ella esté embarazada, ya que está prometida con José pero aún no está casada, no conoce varón. Gabriel, el enviado del Señor, le dice que el niño que está en su vientre es fruto del Espíritu Santo, y que es el Salvador de los hombres. Y le dice que no tema, que no se preocupe, es Dios quien está obrando.
Le deja una señal. Para que ella vea que Dios está haciendo lo imposible. Su prima Elizabet, anciana ya, estéril toda su vida, también está embarazada.
Dos mujeres están viviendo un doble milagro, ambas están esperando un hijo (y ese es el primer milagro, una vida que Dios regala). Pero sobre todo, las dos mujeres que están embarazadas no tendrían que estar embarazadas, no podrían jamás estarlo. María por demasiado joven, Elizabet por demasiado anciana.
Y sin embargo, María ha dicho: Yo soy la sierva del Señor, que Su voluntad sea hecha en mi vida. Y así es.
Ella decide visitar a su prima. Y nada más llegar comprueba que Dios ha hecho, una vez más, lo imposible. Su prima sale a recibirla con embarazo notorio, y no solo eso, sino que el niño que está en su vientre salta de gozo porque lleno del Espíritu Santo, ya sabe que el primo que está dentro de María es aquel del cual él mismo va a ser un profeta, preparando su camino.
María recibe entonces, la confirmación de todo lo que el ángel le había anunciado, y de su corazón brota un canto de alabanza al Señor: engrandece mi alma al Señor y mi espíritu se regocija (se llena de alegría) en Dios mi Salvador.
El canto de María
Este pasaje suele ser llamado el Magnificat, porque en latín comienza con esa palabra precisamente, y es una preciosa muestra del corazón de María.
Un corazón lleno de fe…
Un corazón lleno de humildad…
Un corazón lleno de la Palabra del Señor…
Al leer este canto de María es inevitable recordar tantas promesas del Señor en Las Escrituras, en los Salmos y tantos lugares.
Es indudable la similitud que existe entre este canto de María, y el de Ana (1 Samuel 2:1-10), una muestra de su amor a Dios.
Lo que Dios ha hecho en María
El pasaje comienza alabando al Señor, y es importante ver las razones por las que lo alaba (v.48).
Dios ha convertido a esta humilde joven, de una de las regiones más postergadas de Israel en su instrumento para enviar al Salvador a este mundo. Este es un favor del cual ella se sabe no merecedora.
Y sin embargo, Dios la ha escogido, y de ahora en más ella será llamada bienaventurada (feliz, dichosa, afortunada).
Cuanto más reconocemos nuestra indignidad y recordamos que no merecemos el amor del Señor, más experimentamos la gratitud y maravilla del Evangelio.
El Señor la ha mirado, en su humildad, y la ha escogido. El Señor ha hecho grandes cosas en su vida. De los millones y millones de mujeres que vivieron y vivirán en la tierra muchas se habrían considerado dignas de recibir el honor que recibe esta joven. Ella no, y por eso exalta la santidad del Señor y reconoce que lo que le está sucediendo a ella es una muestra más de la misericordia infinita de Dios.
Y de la santidad de Dios. Una santidad que lo hace distinto, tan distinto que no podemos explicarlo con palabras. Y sin embargo cercano.
Qué Dios se hiciera uno de nosotros, que se acercara así, que derrame una misericordia tan sorprendente, es una muestra de Su Santidad.
Lo que Dios ha hecho en Jesús
En el principio de su canto María alaba a Dios por escogerla para cumplir sus planes, pero ella recuerda y alaba a Dios por eso también, que el niño que hay en su vientre es el Santo Hijo de Dios, el Salvador de todos los hombres.
Consideremos y recordemos lo que podemos aprender de nuestro Dios en lo que dice María:
- Dios cumple sus promesas: desde el primer libro de la Biblia hay una promesa de Dios. Todo el mal provocado por el pecado y la desobediencia de los hombres no será para siempre. Yo los voy a salvar, ha dicho el Señor, Yo voy a mostrar mi misericordia en ustedes, Yo los voy a hacer mi pueblo, Yo voy a transformar sus corazones, Yo voy a derramar Mi amor de una manera en la que ustedes no se pueden imaginar.
Jesús es el cumplimiento de esa promesa. Dios mismo, haciéndose hombre.
María alaba a Dios porque sabe que en ella Dios está cumpliendo todo lo que él había prometido. Las promesas del Señor eran la esperanza de Israel y son hoy la esperanza de la iglesia. Una esperanza firme, porque Él es Dios.
- Dios no considera, ni mira, ni se complace en el orgullo humano: Hay tres clases de personas que se mencionan en este pasaje, para los cuales Jesús no es una buena noticia. Los soberbios, los poderosos, los ricos.
Los soberbios, que creen saberlo todo, que maquinan contra los demás, que desprecian.
Los poderosos, que se sienten superiores, incluso superiores a Dios, que miran al mundo desde sus posiciones elevadas.
Los ricos, autosuficientes, confiados de sí mismos y sus posesiones, explotadores de los necesitados.
Aquellos que han depositado su confianza en su sabiduría, despreciando la sabiduría de Dios. Aquellos que se envanecen en su posición, olvidando que Dios reina sobre todos por igual y no hay nada que no esté bajo su dominio. Aquellos que creen tenerlo todo y no dudan en aprovecharse de los demás para tener aún más.
Los que creen saberlo todo, poderlo todo, tenerlo todo, no son nada, porque no tienen a Jesús, que es el Todo en todos.
- El Evangelio es para los humildes: en Jesús, Dios ha exaltado a los humildes y ha colmado de bienes a los hambrientos.
Dios ha mirado, y elegido lo que el mundo, y los hombres no aprecian.
Los sencillos, los débiles, los pobres. Ellos miran a Dios y encuentran vida.
Porque para poder conocer a Dios necesitamos la humildad de María. Si no reconocemos nuesta profunda necesidad de Dios no podemos experimentar su Salvación en nuestras vidas.
El Evangelio es exclusivo para humildes. El Evangelio demanda y produce, humildad en nosotros.
Dios me amó, Dios me dio vida, Dios envió a su Hijo a morir en mi lugar. Dios es mi Salvador y en eso se regocija mi alma.
Bienaventurados los pobres en espíritu, pues de ellos es el reino de los cielos. Bienaventurados los que lloran, pues ellos serán consolados. Bienaventurados los humildes, pues ellos heredarán la tierra. Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia, pues ellos serán saciados. Bienaventurados los misericordiosos, pues ellos recibirán misericordia. Bienaventurados los de limpio corazón, pues ellos verán a Dios. Bienaventurados los que procuran la paz, pues ellos serán llamados hijos de Dios. Bienaventurados aquellos que han sido perseguidos por causa de la justicia, pues de ellos es el reino de los cielos.
Mateo 5:3-10 LBLA
PARA PENSAR: Cada día, recordá tu necesidad. Pensá cuánto Dios te amó. Recordá que Él te amó cuando vos no lo amabas, cuando vos estabas muerto espiritualmente y que tu amor hacia Él hoy, es posible porque Él te amó primero. Pide ser siempre humilde