Devocional

¿A César o a Dios? (Lucas 20:19-26)

Lectura: Lucas 20:19-26

‘Los escribas y los principales sacerdotes procuraron arrestar a Jesús en aquella misma hora, porque comprendieron que contra ellos había dicho esta parábola; pero temieron al pueblo. Para sorprender a Jesús en alguna declaración, lo acechaban, enviando espías que fingieran ser justos, y así lo podrían entregar al poder y autoridad del gobernador. Y le preguntaron: «Maestro, sabemos que hablas y enseñas rectamente, y no te guías por las apariencias, sino que enseñas con verdad el camino de Dios. ¿Nos es lícito pagar impuesto a César, o no?». Pero Jesús, percibiendo su astucia, les dijo: «Traigan un denario . ¿De quién es la imagen y la inscripción que lleva?». «De César», contestaron. Entonces Jesús les dijo: «Pues den a César lo que es de César, y a Dios lo que es de Dios». Y no podían sorprender a Jesús en palabra alguna delante del pueblo; y maravillados de Su respuesta, se callaron.’

 

La condena de Jesús en el pasaje anterior hace evidente las intenciones y el corazón de los sacerdotes, escribas y fariseos. Las máscaras caen y se muestran las verdaderas intenciones. Pasan al ataque.

La animosidad es tal que buscan por todos los medios hacer que Jesús dijera algo inapropiado, que lo dejara expuesto ante las autoridades. La decisión es clara, para sostener su sistema religioso-político económico hay que matar a Jesús. Él es el problema. 

Es tanto el descaro que envían farsantes a tender una trampa al maestro. Brindan apariencia de justos para cometer una atroz injusticia. Se disfrazan de amabilidad y humildad pero el Señor puede ver la oscuridad de sus intenciones.

¿Es lícito pagar tributo a César? -preguntan. Si Jesús dice sí, se pondrá al pueblo en contra, pero si dice que no estará en abierta rebeldía a las autoridades romanas.

Este pasaje suele usarse para entender la relación de los creyentes con las autoridades seculares. Entendemos, a la luz de la Escritura, que mientras habitamos en esta tierra tenemos autoridades a las que obedecer, siempre que eso no implique desobedecer a nuestro Dios, para quien es nuestra fidelidad primera. Esta lectura es muy valiosa.

Al mirar el pasaje a la luz del contexto inmediato, otro aspecto que cobra gran relevancia es la autoridad con la que habla Jesús. Su sabiduría los deja maravillados, incluso a los que vienen a tenderle una trampa. 

¿Quién es este que tiene tal autoridad como para dejar en silencio a los engañadores? ¿Quién es este que proclama un Reino más elevado que el de los hombres? ¿Quién es este que hace caer las máscaras de la hipocresía? 

¿Quién es este que tiene tal autoridad como para dejar en silencio a los engañadores? ¿Quién es este que proclama un Reino más elevado que el de los hombres? ¿Quién es este que hace caer las máscaras de la hipocresía? 

En estos últimos días en Jerusalem, Jesús proclama con mayor claridad que nunca su identidad y autoridad como el Mesías. 

PARA PENSAR: ¿Cómo vivimos nosotros como ciudadanos del Reino de los Cielos, aún en esta tierra, pero con identidad celestial? ¿Cómo manifestamos nuestro servicio a Dios en el día a día?

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