“Hijo mío, si recibieres mis palabras, Y mis mandamientos guardares dentro de ti, Haciendo estar atento tu oído a la sabiduría; Si inclinares tu corazón a la prudencia, Si clamares a la inteligencia, Y a la prudencia dieres tu voz; Si como a la plata la buscares, Y la escudriñares como a tesoros, Entonces entenderás el temor de Jehová, Y hallarás el conocimiento de Dios.”
(Proverbios 2:1–5, RVR60)
El pasaje de hoy es un llamado a buscar de manera urgente la sabiduría que solo puede venir de Dios. A lo largo de estos cinco versículos encontramos una serie de verbos que son la condición necesaria para el conocimiento de Dios.
Si recibimos sus palabras… Necesitamos escuchar la voz de Dios, aprender lo que Dios nos habla en Su Palabra. No hay ningún libro humano como la Biblia. En ella, Dios se revela a nosotros, nos revela quiénes somos nosotros también, nos muestra cuánto lo necesitamos y cómo podemos llegar a conocerlo. Necesitamos recibir sus palabras. El verbo recibir tiene que ver con aceptar. El conocimiento de Dios tiene que ver con algo que tenemos que saber, tenemos que aceptar y algo en lo que tenemos que confiar. Recibir su palabra es gozarnos en el hecho de que Dios nos hable. Recibir es tener un corazón dispuesto, abierto, sensible a lo que Él nos habla.
Si guardamos sus mandamientos dentro nuestro… El término que encontramos aquí tiene que ver con incorporarlos a nuestra vida, con atesorar los mandamientos del Señor en nuestro corazón. No solo necesitamos aprender y entender su Palabra, debemos guardarla en nuestro interior, que se haga parte de nuestro ser. El apóstol Pablo nos enseñó acerca de esta transformación en su carta a los romanos (Romanos 12:2). Lo que el Señor ha hablado tiene el poder de penetrar nuestro interior y transformarnos. Somos cambiados a medida que nos exponemos a Su Palabra.
Lo que el Señor ha hablado tiene el poder de penetrar nuestro interior y transformarnos.
Si inclinamos nuestro corazón a la prudencia… Inclinar es disponer nuestro corazón, dirigirlo en un rumbo específico. Debemos ser intencionales en la búsqueda de obrar de manera sobria y piadosa. No vamos a ser transformados mágicamente, nuestro esfuerzo intencional en el crecimiento espiritual es indispensable, tenemos que inclinar (poner el peso del lado que convenga) nuestros corazones a la prudencia.
Si clamamos a la inteligencia… Clamar implica pedir algo de manera intensa. Una vez más, la carga del verbo está sobre nosotros. No se trata de una espera pasiva, es un clamor activo. No nos limitamos a pedirlo de manera suave, porque sabemos que va la vida en ello. No es lo mismo pedir ayuda en medio de una inundación a pedir que nos alcancen pan en el restaurante. Nuestra necesidad de Dios es urgente y vital, nuestro clamor debe ser, entonces, urgente e intenso.
Nuestra necesidad de Dios es urgente y vital, nuestro clamor debe ser, entonces, urgente e intenso.
Si la buscamos como a la plata… El verbo es buscar, pero el tono está marcado con el objeto de la búsqueda, un metal precioso como la plata. ¿Cómo buscamos algo valioso? ¿Superficialmente y con poco ánimo? No, por el contrario, ponemos toda nuestra intención y empeño en lo que estamos haciendo. Conocer a Dios debe ser nuestra prioridad número uno.
Entonces… El versículo final de nuestro pasaje nos muestra la bendición de disponer nuestros corazones, nuestras mentes y nuestras vidas para Dios. Conoceremos a Dios.
Los hombres estamos inclinados a pensar que Dios es una opción en nuestras vidas, pero la verdad es que nuestras vidas dependen de Dios en su totalidad (Juan 17:3)
Los hombres estamos inclinados a pensar que Dios es una opción en nuestras vidas, pero la verdad es que nuestras vidas dependen de Él en su totalidad
No es posible imaginar una bendición mayor a que la criatura disfrute del amor y la gloria del Creador. ¡¡¡Y para eso es que el Señor nos ha creado!!!
Unas palabras finales…
Si Dios no es “tu Dios”, en el sentido de que sos consciente de que tu vida es de Él, necesitas dejar de coquetear con la idea de que Él es una opción en tu vida. Si no has creído en el evangelio de Jesús, estás muerto espiritualmente, en rebeldía a quien Él es y lo que Él demanda de nosotros sus criaturas.
Si eres un hijo del Señor, recuerda, Su Palabra es tu guía, tu alimento, tu sostén. Necesitas inclinar tu corazón a buscarlo, necesitas esforzarte cada día, en dependencia de Su Espíritu, por caminar en las buenas obras que Él, de antemano, preparó para vos.
¡Dios te bendiga!