Lectura: Lucas 2:41-52
Lucas nos cuenta un episodio en la vida de Nuestro Señor cuando este es aún un niño. Como devotos y piadosos que eran José y María acuden a Jerusalem para la fiesta de la Pascua. Al emprender el regreso, junto a varios más de Nazaret descubren que Jesús no está con ellos. Vuelven y lo encuentran en el Templo, hablando con los doctores de la Ley.
Observemos en este pasaje algunas cuestiones interesantes:
El asombro de los doctores de la Ley: Los que dialogan con Jesús están asombrados por sus preguntas y sus respuestas, que demuestran una sabiduría que no es de este mundo (un vislumbre de que quién es este niño).
La identidad de Jesús: cuando María le pregunta qué ha estado haciendo, la respuesta de Jesús (En los negocios de mi Padre me es necesario estar) demuestran que Él tiene plena conciencia acerca de su identidad y su misión.
Su sujeción a sus padres: Jesús vuelve a Nazaret, con sus padres, como corresponde. Esa es la condición del Hijo de Dios. Él se hizo hombre en todo (excepto en el pecar).
María: observen cuántas veces, en estos primeros capítulos se nos dice lo mismo. “María guardaba estas cosas en su corazón”. Aunque se preocupó como cualquier mamá al no ver a Jesús con ellos, ella sabe que Su Niño es el Salvador (y que su corazón será atravesado por el dolor).
Jesús crece: el niño crece, en estatura, pero también en sabiduría y gracia, delante de los hombres, y del Padre.
PARA PENSAR: ¿Recordamos que este niño, este Jesús que anduvo por la tierra, es plenamente hombre? ¿Recordamos también que Él es plenamente Dios, el Dios que salva?