Lectura: Lucas 22:14-23
‘Cuando llegó la hora, Jesús se sentó a la mesa, y con Él los apóstoles, y les dijo: «Intensamente he deseado comer esta Pascua con ustedes antes de padecer; porque les digo que nunca más volveré a comerla hasta que se cumpla en el reino de Dios». Y tomando una copa, después de haber dado gracias, dijo: «Tomen esto y repártanlo entre ustedes; porque les digo que de ahora en adelante no beberé del fruto de la vid, hasta que venga el reino de Dios». Y tomando el pan, después de haber dado gracias, lo partió, y les dio, diciendo: «Esto es Mi cuerpo que por ustedes es dado; hagan esto en memoria de Mí». De la misma manera tomó la copa después de haber cenado, diciendo: «Esta copa es el nuevo pacto en Mi sangre, que es derramada por ustedes. »Pero, vean, la mano del que me entrega está junto a Mí en la mesa. Porque en verdad, el Hijo del Hombre va según se ha determinado; pero ¡ay de aquel hombre por quien Él es entregado!». Entonces ellos comenzaron a discutir entre sí quién de ellos sería el que iba a hacer esto.’
En nuestra lectura de hoy, Lucas nos permite asomarnos a una escena maravillosa. Jesús celebra esta pascua con sus discípulos, y son estos los últimos momentos que Él pasa con ellos antes de su sacrificio.
Escucha sus palabras, mira cada gesto…
“Intensamente he deseado comer esta Pascua con ustedes”… dice el Señor. En esta noche Jesús instituye una de las ordenanzas de su iglesia. La celebración de la Cena del Señor. El pan y el vino que comparte con sus discípulos son un memorial del sacrificio que está a punto de realizar.
El Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo, está a punto de ser sacrificado. Eso es la Cruz. Y esa cruz es el plan de Dios desde la eternidad. Desde antes de que Adán y Eva fueran formados en Edén, el Cordero del sacrificio ya había sido provisto. Cristo determinó entregar su vida por la nuestra desde la eternidad. Y eso está a punto de suceder. Y Jesús lo hace de manera voluntaria, es más, lo hace con gozo.
El Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo, está a punto de ser sacrificado. Eso es la Cruz. Y esa cruz es el plan de Dios desde la eternidad.
”Este es mi cuerpo, que por vosotros es dado…” Su sacrificio, por nuestra culpa. Su muerte, por nuestra vida. Su santidad, por nuestro pecado. ”El nuevo pacto en Mi sangre… Este es el pacto final y definitivo de Dios con los hombres, sellado con la sangre de su propio Hijo. ¿Cómo entrar a este Pacto? ¿Cómo tener paz con Dios? Mira la Cruz, confía en el que entrega ahí su vida.
De eso se trata esta pascua. Jesús haciendo lo que nosotros no podemos, de ninguna manera, hacer. Jesús pagando la pena por nuestro delito, en nuestro lugar. ¿Qué nos queda a nosotros por hacer? Mira la Cruz, confía en el que entrega ahí su vida.
Esta cena se trata de muchísimo más que compartir una comida, así como el memorial que los creyentes hacemos es mucho más que un trozo de pan y un sorbo de vino. Esta cena se trata de estar con Jesús, de estar “en Jesús”, creer en Él, confiar en Él. Y hay alguien que está a punto de traicionarlo. Es necesario que así sea, pero ¡ay de este pobre hombre!
Aunque sentado a la misma mesa del Salvador, Judas está perdido. No hay destino más angustiante que no conocer a Cristo Jesús. Mira la Cruz, confía en el que entrega ahí su vida.
Mira la Cruz, confía en el que entrega ahí su vida.
PARA PENSAR: Esta cena, su vida entregada, la traición de Judas, la cruz, las bofetadas, los latigazos, el abandono de sus discípulos, la resurrección, el reencuentro, la promesa de volver, todo eso, es el plan de Dios que se cumple inexorablemente. Para nuestra salvación. Sé parte de ese plan. Hoy, mañana, todos los días. Mira la Cruz, confía en el que entrega ahí su vida.
Fue de gran bendición la meditación excelente.
Shalom