Lectura: Lucas 8:19-21
Este pasaje puede parecer que nos muestra a un Jesús que no tiene en alta estima a María, su madre. Lo cual no es cierto, ya que él la amó y pensó en ella hasta en sus momentos finales.
¿A qué se refiere Jesús con estas palabras?
Quizás si pensamos en el pasaje inmediato anterior, la parábola del sembrador, podamos comprender mejor.
¿Quiénes son la familia del Señor? ¿Los nacidos en determinada familia o nación? No, sino los nacidos del Espíritu.
Y los hijos de Dios se caracterizan por ser tierra fértil, por dar fruto, porque la obra del Espíritu Santo es evidente en sus vidas.
Los hijos de Dios oyen Su Voz, y aman obedecerla. Luchan, se equivocan, pecan, pero el mismo Espíritu les da el arrepentirse y volver sus miradas a Cristo.
Sabemos que la salvación es del Señor, por su gracia y sólo por su gracia. Pero la obra de Cristo en nosotros se traduce en obediencia.
Si digo ser un hijo de Dios y me deleito en desobedecer Su Palabra, lo más probable es que me esté engañando a mí mismo.
PARA PENSAR: ¿Oramos cada día al Señor para que Él nos sostenga y fortalezca en la obediencia a Su Palabra? ¿Es esa misma Palabra la que examina nuestro caminar? Dios te bendiga y fortalezca!!!