Lectura: Lucas 23:1-12
_’Toda la asamblea de ellos se levantó, y llevaron a Jesús ante Pilato. Y comenzaron a acusar a Jesús, diciendo: «Hemos hallado que este pervierte a nuestra nación, prohibiendo pagar impuesto a César, y diciendo que Él mismo es Cristo , un Rey». Pilato preguntó a Jesús: «¿Eres Tú el Rey de los judíos?». «Tú lo dices», le respondió Jesús. Entonces Pilato dijo a los principales sacerdotes y a la multitud: «No encuentro delito en este hombre». Pero ellos insistían, diciendo: «Él alborota al pueblo, enseñando por toda Judea, comenzando desde Galilea hasta aquí». Cuando Pilato oyó esto, preguntó si el hombre era galileo. Al saber que Jesús pertenecía a la jurisdicción de Herodes, lo remitió a Herodes, que también estaba en Jerusalén en aquellos días. Al ver a Jesús, Herodes se alegró en gran manera, pues hacía mucho tiempo que lo quería ver por lo que había oído hablar de Él, y esperaba ver alguna señal que Él hiciera. Lo interrogó extensamente, pero Jesús nada le respondió. Los principales sacerdotes y los escribas también estaban allí, y lo acusaban con vehemencia. Entonces Herodes, con sus soldados, después de tratar a Jesús con desprecio y burlarse de Él, lo vistieron con un espléndido manto. Después Herodes lo envió de nuevo a Pilato. Aquel mismo día Herodes y Pilato se hicieron amigos, pues antes habían estado enemistados el uno con el otro. ‘_
La escena que Lucas nos muestra es perversa. Los líderes judíos están empecinados en matar a Jesús. Pretenden su muerte, y por eso, no dudan en aliarse con Pilatos y Herodes para lograrlo. Pilatos, un funcionario del poder opresor romano. Herodes, un gentil, un edomita. Los sacerdotes y escribas no tienen ningún reparo en aliarse con los enemigos de su pueblo. Pareciera esto el club de los malvados.
La falsedad más absoluta: Los que quieren matar a Jesús lo acusaban de blasfemia, esa es la causa por la que lo arrestaron y lo llevaron al Sanedrín. Pero como ellos no tienen autoridad para condenarlo a muerte, lo llevan ante las autoridades. Las autoridades no se meten en cuestiones religiosas, por lo que no dudan en cambiar la acusación. Jesús es ahora, según ellos, un rebelde, que se opone a la autoridad. De la misma manera, no dudarán en mentir, en presentar falsos testigos y en hacer lo necesario para lograr su objetivo. Su pecado se hace cada vez más evidente, están cada vez más hundidos en la oscuridad.
Una sociedad impensada: Herodes y Pilatos estaban distanciados, y terminan siendo amigos. Pilatos no quiere condenar a Jesús. Es tan obvia su inocencia, incluso para este hombre malvado. Pero para él, lo más importante es mantener su status. Intenta sacarse el bulto de encima y lo manda a Herodes, por ser Jesús Galileo. Pero este solo quiere ver trucos de magia, y milagros baratos. Ante el silencio de Jesús termina mandándolo de nuevo a Pilatos. Y por sus intereses mezquinos terminan siendo aliados.
Jesús: En toda esta escena, la maldad, la hipocresía y falsedad de Herodes, de Pilatos y de los fariseos, son el marco necesario para que podamos contemplar mejor al que es realmente importante. Jesús. Él no está en sus manos, como ellos creen. Él está, siempre estuvo, en control. Aunque la situación alrededor parece caótica y confusa Él guarda una perfecta calma.
Soporta las burlas, soporta los azotes, soporta las preguntas insolentes, soporta las mentiras en silencio. Lo maravilloso, siempre, es el por qué lo hace. No lo olvides.
En esta escena ridícula de falsedades, la figura de Jesús, cumpliendo su misión redentora por amor a nosotros, resalta de manera gloriosa.
Aunque los malvados se comploten y maquinen, son tan vanos y frágiles como sus pensamientos. Lo que leemos es la maravillosa historia de Dios llevando adelante su salvación en nuestras vidas.
PARA PENSAR: Las circunstancias pueden confundirnos, pueden ser difíciles, pero la verdad que nos sostiene es esta: Dios es soberano. Él está obrando en nosotros. Él nos sostiene.