Lectura: Lucas 3:23-38 LBLA
El pasaje de hoy quizás suena un poco extraño a los oídos de quienes vivimos en el Siglo XXI y sin embargo hay gran belleza y verdad en leerlo.
Si recordamos el propósito que el Espíritu Santo puso en el autor de este Evangelio, Lucas, podríamos observar varios aspectos interesantes. Tomemos apenas dos, los más importantes en nuestro parecer:
Jesús, el hijo de David: Jesús es el Mesías prometido, y por eso, era necesario que fuera un descendiente de David. La Biblia nos dice que Él lo era, tanto por parte de María, como de José. Jesús es el Hijo de David, El Rey Prometido, cuyo Reino no tendrá fin. Jesús es el Hijo de Dios.
Jesús, el hijo de Adán: Jesús es hombre, plenamente hombre. Jesús es el Salvador de los hombres. Su pueblo no se identifica con un territorio específico, con una raza determinada. Sus ovejas son de toda tribu, y lengua, y nación. Él ha venido a redimirnos. Él es el segundo Adán, por el cual nosotros somos reconciliados con el Padre!
PARA PENSAR: ¿Tenemos presente cada día que Jesucristo es Dios y hombre? ¿Nuestro Creador y nuestro Salvador?