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La Ley, aunque no puede salvarnos, nos conduce hacia el Salvador

Imagina querer usar una herramienta para algo que no fue diseñada. Martillar con una pinza, amasar fideos con una cuchara, coser un pantalón con un anzuelo de pescar, revolver la comida con un taladro, hacer un agujero en la pared con una lapicera. Casi ridículo, ¿verdad? 

En la vida real, a veces no tenemos la herramienta apropiada para hacer una tarea, y entonces buscamos algo que sea similar. El riesgo es que salga mal la cosa, como a veces efectivamente pasa. 

El problema que acabo de describirles guarda una cierta similitud con lo que vamos a leer, debiendo considerar que no se trata acá de cuestiones prácticas, sino espirituales, ni cuestiones terrenales, sino eternas. Así que la cuestión aquí es mucho más trascendental, es vital. 

El gran problema de cada uno de nosotros es que conocemos lo que está bien y lo que está mal. Sabemos lo que está mal, lo que no debemos hacer, lo que no agrada a Dios, lo que Él no aprueba. Pero no podemos evitarlo. 

Sabemos lo que está bien, lo que Dios nos pide que hagamos, lo que le agrada, lo que Él aprueba. Pero no podemos vivir de esa manera. 

El mal que no quisiéramos hacer, lo hacemos. Y el bien que sí quisiéramos hacer no nos sale. 

Y entonces, ¿para qué sirve la ley de Dios, si no podemos obedecerla? 

Si la ley no nos salva, sino que somos salvos al poner nuestra fe y confianza en Jesucristo, ¿de qué sirve la ley? 

Evidentemente, la ley viene de Dios, y Él nos la ha dado, por lo que Él tuvo un propósito al hacerlo. Eso es lo que vamos a aprender en este pasaje. 

Entonces, ¿para qué sirve la ley? Fue añadida a causa de las transgresiones, hasta que viniese la simiente a quien fue hecha la promesa; y fue ordenada por medio de ángeles en mano de un mediador.Y el mediador no lo es de uno solo; pero Dios es uno. ¿Luego la ley es contraria a las promesas de Dios? En ninguna manera; porque si la ley dada pudiera vivificar, la justicia fuera verdaderamente por la ley. Mas la Escritura lo encerró todo bajo pecado, para que la promesa que es por la fe en Jesucristo fuese dada a los creyentes. Pero antes que viniese la fe, estábamos confinados bajo la ley, encerrados para aquella fe que iba a ser revelada. De manera que la ley ha sido nuestro ayo, para llevarnos a Cristo, a fin de que fuésemos justificados por la fe. Pero venida la fe, ya no estamos bajo ayo, pues todos sois hijos de Dios por la fe en Cristo Jesús; porque todos los que habéis sido bautizados en Cristo, de Cristo estáis revestidos. Ya no hay judío ni griego; no hay esclavo ni libre; no hay varón ni mujer; porque todos vosotros sois uno en Cristo Jesús. Y si vosotros sois de Cristo, ciertamente linaje de Abraham sois, y herederos según la promesa.” 

# La ley nos ayuda a ver nuestro pecado… 

Entonces, ¿para qué sirve la ley? Fue añadida a causa de las transgresiones, hasta que viniese la simiente a quien fue hecha la promesa; y fue ordenada por medio de ángeles en mano de un mediador.Y el mediador no lo es de uno solo; pero Dios es uno.

 

Necesitamos ver nuestro pecado… 

Necesitamos la ley porque necesitamos conocer qué Dios aprueba y qué Dios espera que nosotros reflejemos como criaturas hechas a su imagen y semejanza. 

¿Cómo sabemos que mentir, robar, adulterar, envidiar, son actitudes malas, son pecados, si no es porque Dios no los revela en Las Escrituras? 

Cuando nosotros venimos a La Palabra, y evaluamos nuestra vida, nuestros corazones y nuestro caminar a la luz de lo que ella dice la misma Palabra nos muestra nuestra condición de pecadores.

La ley nos fue dada para que nosotros sepamos qué es el pecado y cómo este nos separa de Dios. 

Necesitamos ver que hay una promesa acerca de ese pecado… 

Ahora bien, que tragedia sería saber nuestra condición de pecadores, sin saber que Dios había prometido una solución definitiva para ese pecado. La Biblia nos deja saber que somos pecadores, y cuando entendemos esa situación, podemos apreciar en plenitud que Dios haya enviado a Su Hijo como nuestro Salvador. 

El evangelio comienza siempre con nuestro pecado. En primer lugar debo mirarme a mí mismo, debo reconocerme pecador, y solo así podré mirar a Cristo y verlo como mi Salvador. 

Necesitamos ver que Dios es quien nos dio la ley, y es el mismo el que nos llama a vivir por fe… 

Aunque conocer la Ley no nos salva, porque no somos capaces de cumplir con ella, rechazar la ley de Dios sería suponer que Dios no distingue entre lo malo y lo bueno. Debemos recordar que Dios es quién hizo la promesa a Abraham, de bendecir con su misericordia a todas las naciones, y Dios es también el que entregó a Moisés las tablas de la Ley, sus mandamientos. 

Ambos hechos forman parte del Plan redentor de Dios, que se cumpliría y encontraría su plenitud en la persona de Cristo, quien con su sangre selló el Nuevo Pacto de las Buenas Nuevas. 

No son dos intentos opuestos, dos formas distintas de tratar de solucionar un problema. Cada acción que Dios llevó a cabo en la historia de los hombres tiene el mismo objetivo: traer gloria a Su Nombre, redimiendo para sí un pueblo, mediante la sangre del Cordero. 

#La ley nos ayuda a ver nuestra necesidad de poner la fe en Jesús

¿Luego la ley es contraria a las promesas de Dios? En ninguna manera; porque si la ley dada pudiera vivificar, la justicia fuera verdaderamente por la ley. Mas la Escritura lo encerró todo bajo pecado, para que la promesa que es por la fe en Jesucristo fuese dada a los creyentes.

 

Necesitamos entender que nuestra incapacidad de seguir la ley nos lleva a aferrarnos a la promesa…

De alguna manera, no es hasta que conocemos nuestro pecado, y nuestra incapacidad de vivir una vida que honre a Dios y refleje su imagen en nosotros que podemos apreciar nuestra necesidad de un Salvador. 

La imagen de Dios en nosotros está dañada desde el primer Adán, y es Cristo, el postrer Adán, único que puede recrearnos, darnos nueva vida, hacernos nuevas criaturas. 

La ley no es contraria a la promesa de la salvación por fe, porque nos empuja a aferrarnos a Cristo, cuando reconocemos la imposibilidad de salvarnos a nosotros mismos. 

Que reconozcamos nuestra insuficiencia, nuestra incapacidad, es absolutamente necesario para que miremos a Cristo como el único capaz de darnos vida, el único suficiente para salvarnos. 

 

Necesitamos entender que la ley declara la condición y la necesidad de “todo” hombre… 

No hay justo, ni siquiera uno. Si acaso un solo hombre en este mundo pudiera vivir una vida sin pecado, entonces no sería necesaria la promesa. Pero como todos nosotros, absolutamente todos, somos pecadores, entonces todos necesitamos lo mismo, un Salvador a quien mirar y en quien confiar. 

 

#La Ley nos ayuda llevándonos a Cristo

Pero antes que viniese la fe, estábamos confinados bajo la ley, encerrados para aquella fe que iba a ser revelada. De manera que la ley ha sido nuestro ayo, para llevarnos a Cristo, a fin de que fuésemos justificados por la fe. Pero venida la fe, ya no estamos bajo ayo, pues todos sois hijos de Dios por la fe en Cristo Jesús; porque todos los que habéis sido bautizados en Cristo, de Cristo estáis revestidos. 

 

Necesitamos entender que la ley por sí sola nos mantiene en esclavitud…

Necesitamos entender y reconocer que somos pecadores, pero el evangelio nos muestra la prisión en la que nos encontramos, no para dejarnos allí, sino para darnos libertad. 

Una vez más. La belleza de la gracia que contemplamos en la cruz, brilla con intensidad cuando primero contemplamos nuestro pecado. Y esa es la función de la ley. Mostrarnos que somos profundamente pecadores, para que al mirar la cruz, entendamos que somos profundamente amados. 

Solo cuando contemplamos la oscuridad y la fealdad de nuestro pecado, la luz y la belleza de Cristo brillan con intensidad. 

Nadie puede entender la cruz a menos que entienda primeramente por qué era necesaria. Nadie puede conocer a Jesús como Su Salvador, a menos que, primeramente, conozca su necesidad de un Salvador. 

Pero sería una tragedia que solo comprendamos que somos pecadores, y nos quedemos con eso. Que Cristo haya venido a nosotros, y se haya hecho uno de nosotros, nos libera de esa imposibilidad que teníamos. El satisfizo todas y cada una de las demandas de la Ley. 

Entonces la Ley nos es provechosa porque al ver nuestra imposibilidad de vivir por ella, nos arrojamos a los brazos de Cristo, y al poner nuestra fe en Cristo, buscamos obedecer esa misma ley, pero ahora ya no por temor, por obligación, por carga ni en nuestras fuerzas, sino movidos, impulsados y fortalecidos por Aquel que nos dio vida. 

Necesitamos entender que nuestra necesidad y nuestra única posibilidad de dejar de ser esclavos es estar en Cristo…

La única manera en la que el hombre puede dejar de ser esclavo de la ley no es rechazando a Dios, ignorando su santidad, o pretendiendo que Él no existe, o sencillamente no le importa lo que nosotros hagamos. Él es nuestro Creador, Él nos hizo con amor, para que le conozcamos y disfrutemos de Él. 

La única forma en la que podemos ser liberados de las cadenas de la religión, de la ignorancia y del sinsentido, es estando “en Cristo”, siendo revestidos de Él. 

Como hemos dicho alguna vez, en la cruz, Jesús se identifica con nosotros los hombres de tal manera que nuestro pecado está sobre Él, y de esa forma, Él permite que nosotros nos identifiquemos con Él de tal manera, que Su justicia es nuestra también. Somos revestidos de Cristo, de su santidad, de su obediencia, de su justicia.  

#La ley nos ayuda a entender nuestra identidad en Cristo

 

Ya no hay judío ni griego; no hay esclavo ni libre; no hay varón ni mujer; porque todos vosotros sois uno en Cristo Jesús. Y si vosotros sois de Cristo, ciertamente linaje de Abraham sois, y herederos según la promesa.

 

Necesitamos entender que el evangelio libera a todo hombre, lo pone en Cristo y lo convierte en heredero de la promesa de justificación…

Finalmente, la ley nos ayuda a entender lo que éramos y lo que ahora somos en Jesús. Porque ya no vivimos bajo la ley, sino bajo Cristo. Porque ya no dependemos de ella, ni de nuestros vanos esfuerzos por cumplirla, sino que nuestra confianza está puesta plena y totalmente en Jesucristo. 

Así como todos nosotros somos pecadores por naturaleza, somos ahora uno en Él, porque que Él nos redimió, somos linaje de Abraham, porque caminamos por fe, y somos herederos porque hemos creído y abrazado la promesa de Dios que alcanzamos por medio de Cristo. 

#Una ley que finalmente nos conduce a la libertad

Porque la ley nos muestra nuestro pecado y nuestra necesidad, nos empuja hacia Cristo. 

Porque la ley nos muestra nuestra incapacidad de obedecer a Dios y justificarnos a nosotros mismos, nos empuja hacia Cristo.

Porque la ley nos convence de la insensatez de confiar en nosotros mismos, nos conduce hacia Cristo. 

Y al conducirnos a Cristo, nos hace libres, nos hace herederos de la preciosa promesa que Dios hizo a Abraham y cumplió en Cristo: en tu simiente serán benditas todas las naciones de la tierra. 

En Cristo está nuestra justicia, nuestra esperanza, nuestra salvación. En Cristo, y solo en Él descansamos… 

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