Lectura: Lucas 9:46-48
Los discípulos todavía no pueden llegar a comprender quién es este Jesús al que están siguiendo. Lo han visto calmar la tormenta, resucitar muertos, sanar enfermos y liberar endemoniados. Hasta han visto a Moisés y Elías hablando de lo que Jesús ha venido a hacer.
Ellos (y nosotros) necesitan comprender que Jesús no vino a ser servido sino a servir. Comprender que Él vino a entregar su vida por nosotros. Que se hizo humilde por amor.
El Reino que Jesús vino a anunciar es un Reino que los hombres no podemos comprender si el Espíritu no lo revela. Un reino en el que los desplazados y desechados se convierten en herederos. Un reino en el que la misericordia y el perdón son un don que Dios quiere darnos. Un Reino que no es de este mundo.
Por eso mismo, en este Reino no cabe la discusión de los discípulos. ¿Quién es el mayor? El que todo el mundo considera menos, el que sirve, el que se da y se brinda por amor.
Si concebimos la fe cristiana como un espacio donde hay lugar para el orgullo, la autoridad que busca privilegios, y el egoísmo, no entendemos que el Reino de Dios se trata de sacrificio, de humildad, de amor y de servicio (mira a Jesús, no hay mejor ejemplo de eso).
PARA PENSAR: ¿Son nuestros criterios y parámetros acordes al Reino de Dios?