*Lectura:* Lucas 22:66-71
_»Cuando se hizo de día, se reunió el Concilio de los ancianos del pueblo, tanto los principales sacerdotes como los escribas, y llevaron a Jesús ante su Concilio, diciendo: «Si Tú eres el Cristo , dínoslo». Pero Él les dijo: «Si se los digo, no creerán; y si les pregunto, no responderán. Pero de ahora en adelante, el Hijo del Hombre estará sentado a la diestra del poder de Dios». Dijeron todos: «Entonces, ¿Tú eres el Hijo de Dios?». «Ustedes dicen que Yo soy», les respondió Jesús. Y ellos dijeron: «¿Qué necesidad tenemos ya de testimonio? Pues nosotros mismos lo hemos oído de Su propia boca».’_
Jesús ya ha sido arrestado, está en las manos de los sacerdotes y escribas.Lo que ellos pretenden es juzgar a este galileo que ha venido a desbaratar sus estructuras religiosas haciendo evidente su superficialidad e hipocresía. Pretenden defender la verdad, pero en el fondo, lo único que quieren lograr es mantener las cosas tal como están.
Su determinación es tal que no escatimarán esfuerzos, ni artimañas, para lograr su objetivo: matar a Jesús. Miremos al menos dos aspectos de lo que Lucas nos cuenta aquí…
La ceguera: Estos hombres están ciegos. Cristo, la Verdad misma, ha caminado entre ellos, pero sus corazones están tan duros que no pueden aceptarla.
Preguntan a Jesús si Él es el Cristo. ¿Quieren saberlo? No, quieren escucharlo de su boca para rasgar sus vestiduras ante tal blasfemia, merecedora de muerte. Ellos no desean la verdad, es más, se oponen a ella. Y no dudarán en falsear los hechos y mentir con descaro. Están ciegos, llenos de oscuridad. Por eso es que Jesús les dice: “Si yo les dijera, no lo creerían”. Simplemente son incapaces de creer, de entender, de aceptar. Sus corazones se han endurecido hasta este extremo.
La verdad que demanda. Aunque ellos la rechacen, aunque ellos no puedan aceptarla de ninguna manera, la verdad acerca de quién es este a quienes ellos quieren matar, no cambia. Jesús les dice que el Hijo del Hombre (Él mismo) estará sentado a la diestra del poder de Dios, afirmando así su identidad.
Jesús es el Mesías de Dios. Jesús es el Hijo de Dios. Jesús es Dios hecho carne. Esta verdad es nuestra fe. El Evangelio es Jesús, quién es Él, lo que ha hecho, lo que está haciendo y lo que ha de hacer.
El Evangelio es Jesús, quién es Él, lo que ha hecho, lo que está haciendo y lo que ha de hacer.
No podemos permanecer indiferentes ante esta realidad. Los fariseos tenían sus corazones endurecidos, llenos de pecado. Por esta causa lo que experimentan hacia Jesús es odio. El Evangelio puede transformar nuestros corazones para que podamos, únicamente así, reconocer quién es Jesús. Y seguirle.
El Evangelio es una realidad que demanda.
El Evangelio es una realidad que demanda.
En su oscuridad, los fariseos escuchan lo que quieren escuchar. ¡Blasfemia! Este hombre debe morir. Ellos creen estar decidiendo sobre el destino de un campesino galileo, pero en realidad no es así. Se condenan a sí mismos, se hunden aún más, se dejan ahogar por la oscuridad.
PARA PENSAR: ¿Quién es Jesús? ¿Cómo nos relacionamos con Él? Su identidad no depende de nosotros. Él es el Rey. Pero nuestra identidad sí depende, absolutamente, de aceptarlo como Salvador y Señor de nuestras vidas!