Lectura: Lucas 20:9-18
‘Comenzó luego a decir al pueblo esta parábola: Un hombre plantó una viña, la arrendó a labradores, y se ausentó por mucho tiempo. Y a su tiempo envió un siervo a los labradores, para que le diesen del fruto de la viña; pero los labradores le golpearon, y le enviaron con las manos vacías. Volvió a enviar otro siervo; mas ellos a este también, golpeado y afrentado, le enviaron con las manos vacías. Volvió a enviar un tercer siervo; mas ellos también a este echaron fuera, herido. Entonces el señor de la viña dijo: ¿Qué haré? Enviaré a mi hijo amado; quizá cuando le vean a él, le tendrán respeto. Mas los labradores, al verle, discutían entre sí, diciendo: Este es el heredero; venid, matémosle, para que la heredad sea nuestra. Y le echaron fuera de la viña, y le mataron. ¿Qué, pues, les hará el señor de la viña? Vendrá y destruirá a estos labradores, y dará su viña a otros. Cuando ellos oyeron esto, dijeron: ¡Dios nos libre! Pero él, mirándolos, dijo: ¿Qué, pues, es lo que está escrito: La piedra que desecharon los edificadores Ha venido a ser cabeza del ángulo? Todo el que cayere sobre aquella piedra, será quebrantado; mas sobre quien ella cayere, le desmenuzará.’
El rechazo de los fariseos, los sacerdotes y los escribas hacia Jesús va en aumento. Los planes para silenciarlo siguen madurando. El Señor muestra de manera clara y contundente quién Él es y qué ha venido a hacer.
Ante los cuestionamientos de los religiosos, Jesús cuenta una parábola, en la que fácilmente identificamos a la viña con el pueblo de Dios(ver Isaías 5:1-7), los arrendatarios que rechazan a los enviados del dueño con los fariseos y sacerdotes, a los enviados que sufrieron el rechazo con los profetas y al hijo con Jesús mismo.
Jesús dejá bien claro, de esta manera, que ellos están rechazando a Dios con sus mandamientos y tradiciones, y que son guías ciegos. Los conocedores de Las Escrituras entienden a la perfección lo que Jesús dice, pero la dureza de su corazón es mayor, y por eso se enojan, y hasta quieren matarlo.
Sus tradiciones y sus mandamientos humanos, su prestigio y relevancia social, su orgullo, los ha alejado cada vez más del Dios vivo a quien dicen amar y servir. Tan lejos están que rechazan al que viene a cumplir en sí mismo todas las promesas dadas a Israel.
Han desechado a Jesús, ignorando que Él es el centro de todos los planes de Dios, así de ciegos están. ¡Qué tragedia es que ellos, que conocían las Escrituras y entendían mejor que nadie las implicancias de Jesús, no lo reconozcan como el Salvador, sino que endurezcan sus corazones!
Rechazar a Jesús tiene consecuencias, tristes e inevitables. Sin Jesús, estamos perdidos, ¿a quién más podemos recurrir? El Evangelio es el plan de Dios, y no hay otro, no hay plan B. El Evangelio es suficiente.
Rechazar a Jesús tiene consecuencias, tristes e inevitables. Sin Jesús, estamos perdidos, ¿a quién más podemos recurrir? El Evangelio es el plan de Dios, y no hay otro, no hay plan B. El Evangelio es suficiente.
Pero como dice Juan (ver Juan 3:18-19), si rechazamos a Jesús, estamos condenados, amamos las tinieblas y por eso rechazamos la luz.
La respuesta para el pecado del hombre, para su dolor, su sufrimiento y su sinsentido es Cristo. Es el Evangelio. Sin Cristo, el fin del hombre es la desesperanza más absoluta.
La respuesta para el pecado del hombre, para su dolor, su sufrimiento y su sinsentido es Cristo. Es el Evangelio. Sin Cristo, el fin del hombre es la desesperanza más absoluta.
PARA PENSAR: ¡Considera cuántas veces es tan fácil poner nuestra confianza en otras cosas fuera de Cristo y el Evangelio! Cosas como nuestras tradiciones, las corrientes y modas de este mundo, nuestra autojusticia. Miremos a Cristo cada día. Recordemos el Evangelio cada día…