Lectura: Lucas 8:9-18
En este pasaje el Señor Jesús explica a sus discípulos la parábola del sembrador, que acaba de compartir. Ellos tampoco han entendido, pero tienen el privilegio de que el mismo Señor explique. Y hay dos cuestiones en las que podemos pensar:
No todos los suelos dan fruto: hay solo un tipo de corazón en el que la semilla echa raíz, y fructifica y se reproduce. El corazón que ha sido cambiado por el Señor, el corazón al cual Él mismo ha traído a la Vida. Sólo sus ovejas oyen su voz y lo siguen. Y Él las conoce, y las guarda. A veces puede parecer que la semilla quiere brotar en algún terreno, pero solo es fértil el corazón que el Señor mismo ha preparado.
El fruto es evidente: La palabra sembrada en nosotros dará fruto. ¿Qué fruto? Hacernos más y más como Jesús (lo que la Biblia llama el fruto del Espíritu). A veces es tentador pensar que Dios está satisfecho con nosotros porque vamos regularmente a la iglesia, porque damos con generosidad, porque no tenemos vicios ni pecados demasiado evidentes. Pero no hay nada oculto que no haya de salir a la luz. La tierra fértil da fruto, y puede que creamos estar siendo fructíferos cuando no lo somos.
PARA PENSAR: El Evangelio nos llama a permitir, y procurar, que la Palabra de Dios no examine. Es así que el Señor nos moldea. ¿Lo has hecho últimamente? ¡El Señor te llene de fruto para Su Gloria!