Lectura: Lucas 20:45-47
Mientras todo el pueblo escuchaba, dijo a Sus discípulos: «Cuídense de los escribas, a quienes les gusta andar con vestiduras largas, y son amantes de los saludos respetuosos en las plazas, y de ocupar los primeros asientos en las sinagogas y los lugares de honor en los banquetes; que devoran las casas de las viudas, y por las apariencias hacen largas oraciones; ellos recibirán mayor condenación».
Acaso podríamos pensar que el peligro mayor para los judíos de la época en la que Jesús anduvo en este mundo eran los soldados romanos. Un poderoso imperio, con ejércitos super eficientes, que llegó a conquistar grandes territorios. Pero esta advertencia de Jesús nos hace mirar hacia otro lado.
Una y otra vez, el Señor Jesús saca a la luz la hipocresía de la casta religiosa. Los escribas, sacerdotes, fariseos. Los que han convertido la fe en Dios en un negocio, un espectáculo. Han tergiversado la palabra de Dios con sus tradiciones. Han creado estructuras en las que lo importante no es el amor sino las posiciones de poder y prestigio que cada uno obtiene. Aman ser respetados y admirados, y por eso, sus vidas son pura apariencia.
La gente común, del pueblo, admiraba a estos personajes. Ellos pasaban mucho tiempo en las sinagogas, “estudiando” la Ley. Ellos eran super puros, al lavar sus manos infinidad de veces. Ellos usaban ropajes puros. Ellos tenían gran facilidad de palabra en sus oraciones, y mostraban su piedad en los lugares públicos.
Pero solo era eso, apariencia. Esa es la causa por la que Jesús llega a llamarlos sepulcros blanqueados. Por fuera resplandecen de blancura, pero por dentro están corrompidos al extremo, por la codicia, el orgullo, y el desprecio a los demás.
Tan corrompidos están que sus ojos están ciegos. Es el Mesías de Dios quien les habla, pero ellos no pueden darse cuenta.
Esa es la causa de la advertencia tan severa de Jesús.
Cuídense de los hipócritas. Cuídense de los que aparentan ser de Dios pero no lo son. Por sus frutos los conoceréis nos dijo el Señor.
Los hombres de los que más cuidado debemos tener son aquellos que dicen ser hijos de Dios, pero sus vidas lo niegan.
Los hombres de los que más cuidado debemos tener son aquellos que dicen ser hijos de Dios, pero sus vidas lo niegan.
Pero también leo esta advertencia desde el otro lado, como alguien que profesa ser un hijo de Dios. ¡Qué fácil es caer en la apariencia! ¡Qué fácil es actuar con nuestra vista puesta en lo que los demás opinen de nosotros! ¡Qué mi preocupación sea cada día vivir en la presencia de Dios, agradándole a Él, amándole!
Caer víctima de un falso maestro es triste, pero más triste es que nosotros nos volvamos pura apariencia. Guarda tu corazón, vive para Él.
Caer víctima de un falso maestro es triste, pero más triste es que nosotros nos volvamos pura apariencia. Guarda tu corazón, vive para Él.
PARA PENSAR: ¿Cómo podemos identificar a los falsos maestros? Conociendo la Palabra de Dios ¿Cómo guardamos nuestros corazones de la hipocresía? Exponiéndolo al Evangelio cada día… ¡Dios te bendiga!