Lectura: Lucas 23:44-49
”Era ya como la hora sexta , cuando descendieron tinieblas sobre toda la tierra hasta la hora novena , al eclipsarse el sol. El velo del templo se rasgó en dos. Y Jesús, clamando a gran voz, dijo: «Padre, en Tus manos encomiendo Mi espíritu». Habiendo dicho esto, expiró. Al ver el centurión lo que había sucedido, glorificaba a Dios, diciendo: «Ciertamente, este hombre era inocente ». Todas las multitudes que se habían reunido para presenciar este espectáculo, al observar lo que había acontecido, se volvieron golpeándose el pecho. Pero todos los conocidos de Jesús y las mujeres que lo habían acompañado desde Galilea, estaban a cierta distancia viendo estas cosas.”
Jesús muere. Y Lucas nos muestra una escena dramática, cargada de tensión. Lo sublime de este momento no puede ser descrito con palabras humanas. La cruz es Dios mismo dando a Su Hijo como sacrificio por nosotros. Medita en esto. ¡Es asombroso! ¡Nos quedamos sin palabras ante tal amor, ante tal grandeza!
Una escena sobrenatural: la tierra, toda la tierra, queda en tinieblas cuando Jesús entrega su vida. No es un eclipse natural, ya que la pascua se celebra en una fase de la luna en la que los eclipses no tienen lugar. Es un fenómeno que asombra y sorprende, que genera temor. No solo eso, el velo del templo se rasga. Los sucesos que acompañan este momento lo resaltan como un evento único, sin dudas, y esto se hace evidente a todos los que están allí.
Este es el momento de la historia humana más sublime. Jesús entrega su vida en la cruz. El destino de todos los hombres se define en esa cruz.
Este es el momento de la historia humana más sublime. Jesús entrega su vida en la cruz. El destino de todos los hombres se define en esa cruz.
Unas palabras finales: Jesús cita el salmo 31 en estas palabras. “Padre, En tus manos encomiendo mi espíritu”. William Barclay dice que esta expresión era parte de la oración habitual de los niños judíos al fin del día. Una expresión de absoluta confianza. Confianza de haber cumplido plenamente la voluntad del Padre. Confianza de haber completado la misión.
Un impacto profundo: se hace evidente, para quienes están allí, que Jesús no experimenta, en su sufrimiento, una derrota. No están tomando su vida. No lo están sometiendo. Él está entregando su vida. Él está dándose a sí mismo en sacrificio. Ese último suspiro, confiando en el Padre, causa que el centurión reconozca que Jesús es realmente justo. Otros testigos golpean su pecho en lamento. Lo que acaba de suceder impacta profundamente, no solo en los que están allí, sino que lo hará, en lo sucesivo, en todos aquellos que se asomen a este momento.
Una vez más, nadie puede estar indiferente ante la cruz.
PARA PENSAR: ¿Cómo reaccionamos ante la cruz? ¡Qué siempre recordemos lo que sucede aquí! ¡Qué el Evangelio nos maraville cada día!
Que escena más dramática, ver morir clavado en una cruz a un Ser humano. Qué expresion más grande amor que nos muestra Jesús.