Lectura: Lucas 10:1-16
El Señor está en viaje a Jerusalem, y a la cruz. Él ha advertido a sus discípulos del costo de seguirle. Y ahora envía a setenta de ellos a anunciar el Reino de Dios a las ciudades por las que ha de pasar en su camino.
Hay mucho en lo que podríamos meditar aquí…
Hay pocos obreros: el llamado del Evangelio es a seguir el ejemplo de Jesús sirviendo. Nuestro Señor nos dejó, con su enseñanza y su caminar un ejemplo de humildad y servicio. Los hombres disfrutamos las posiciones, pero no el servir. ¿Será por eso que los obreros son pocos? Roguemos al Señor de la mies que Él envíe más obreros, y que nos ayude a nosotros a estar más dispuestos a servir.
Los hombres disfrutamos las posiciones, pero no el servir. ¿Será por eso que los obreros son pocos? Roguemos al Señor de la mies que Él envíe más obreros, y que nos ayude a nosotros a estar más dispuestos a servir.
La misión es riesgosa: el Señor les dice, miren que los mando como corderos en medio de lobos. No todos están dispuestos a escuchar. No todos serán amables. Si rechazan a Jesús también lo harán con sus discípulos. El mensaje que deben anunciar es la cercanía del Reino y la necesidad de volverse a Dios en arrepentimiento, y ese no es un mensaje agradable para todos.
Dependan de Mí: los discípulos van sin dinero, sin provisiones, sin nada, confiando pura y solamente en Dios. En el servicio del Señor tanto la abundancia como la escasez, la receptividad como el rechazo, son usados por Dios para ayudarnos a ser mejores discípulos suyos. En este tiempo, estos setenta enviados van a aprender a depender de Dios y su provisión.
Comparte el Evangelio, solo La Palabra de Dios puede transformar un corazón. No hay palabra humana, por persuasiva que sea, que pueda hacerlo. Solo el Espíritu Santo puede hacer que un muerto resucite.
Ustedes son mis enviados: Es Jesús quien envía, y quien reciba o rechace a estos discípulos está recibiendo, o rechazando a Jesús. Al escuchar el mensaje del Evangelio los que lo aceptan reciben misericordia y salvación (y eso no es obra del mensajero, sino del que envía), pero los que lo rechazan se condenan a sí mismos, porque rechazan a Jesús, y al Padre, quién lo envió.
Esta es la causa por la que al predicar el Evangelio debemos procurar presentarlo lo más despojado posible de nuestros agregados personales. Comparte el Evangelio, solo La Palabra de Dios puede transformar un corazón. No hay palabra humana, por persuasiva que sea, que pueda hacerlo. Solo el Espíritu Santo puede hacer que un muerto resucite.
PARA PENSAR: ¿Y Nosotros? ¿Hemos sido enviados? (Quizás encuentres la respuesta en Mateo 28:19-20)
Bendiciones.
Realmente me fue de mucha bendición.Me dió mayor entendimiento sobre trasmitir el evangelio .
Gracias
Me gustó el comentario sobre este tema, muy edificante y claro.