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Gálatas: El evangelio es Cristo

Las iglesias en Galacia habían recibido el evangelio de Jesucristo con gozo, pero ahora estaban atravesando una crisis debido a la presencia de falsos maestros que les enseñaban que la palabra que habían recibido era, de alguna manera, insuficiente. Su enseñanza, originada en su judaísmo, consistía en establecer la circuncisión como un requisito para la salvación.

Ante lo que Pablo entendía como un problema serio, escribe esta carta, para describir y defender el verdadero evangelio de Jesucristo. El problema no era en sí el hecho de circuncidarse (Pablo había circuncidado a Timoteo, como nos lo deja saber Hechos 16:1-3) sino que esta falsa enseñanza implicaba la creencia de que los hombres podríamos agregar algo a la obra de gracia de Cristo, y en el momento que queremos agregar obras a la gracia, esta deja de ser gracia (Romanos 11:6). Al prestar atención a la enseñanza de estos falsos maestros, los creyentes estaban desviando su vista y su confianza de lo esencial: del evangelio, de Cristo mismo.

En el momento que queremos agregar obras a la gracia, esta deja de ser gracia

Esta es la razón por la que Pablo va a hacer una sólida defensa del evangelio que él mismo les compartió, un evangelio que anuncia la salvación por la fe en Cristo, la salvación por medio de la gracia y no por medio de la ley.

Primeramente, hay algo que llama la atención y es que esta carta no contiene las habituales acciones de gracias iniciales, sino que es tal la urgencia del apóstol por abordar el tema de sus preocupaciones que va directo al grano, y ya en el comienzo establece la centralidad del evangelio y de Cristo en la voluntad de Dios (Gálatas 1:4).

Qué es el evangelio y por qué es vital es la pregunta a la que los gálatas (y nosotros) deberían ser capaces de responder luego de leer esta carta.

Entrando ya en los conceptos que Pablo fundamenta esta preeminencia del evangelio, él ha de decirles en tono perentorio, y repetidas veces, que no hay tal cosa como “otro evangelio” y que creer eso sería una insensatez tremenda. No solo no hay otro evangelio, sino que, si alguien viene con otro mensaje que no sea el de la salvación por medio de la fe en Cristo, debemos rechazarlo e incluso considerarlo portador de maldición (Gálatas 1:6-9). Creer que existe alguna otra cosa que agregar a la cruz de Cristo es una necedad y una insensatez (Gálatas 3:1-5). Es por la gracia del Señor que los cristianos reciben el Espíritu Santo en ellos, no por sus méritos o por sus obras. Considerar entonces que la fe en Cristo consiste en ritos, en mandamientos de hombre, en “débiles y pobres rudimentos” es como regresar a la esclavitud de la que el evangelio nos libera (Gálatas 4:8-11). En síntesis, lo que Pablo quiere que los gálatas entiendan es que hay un solo evangelio, el de Cristo, y cualquier otro mensaje debe ser rechazado, porque sería desviar nuestros ojos de Cristo.

Creer que existe alguna otra cosa que agregar a la cruz de Cristo es una necedad y una insensatez

Otra de las características del evangelio que Pablo ha anunciado es que no se trata de una enseñanza de hombres. Pablo recibió este mensaje por revelación del Señor (Gálatas 1:11-13) y para confirmar esto, los líderes de la iglesia en Jerusalén, considerados columnas, al conocer lo que Pablo enseñaba entre los gentiles se gozaron y lo reconocieron como heraldo de Cristo (Gálatas 2:6-10). Es decir que la autoridad de lo que Pablo ha transmitido reside en que es el mensaje de Cristo, confirmado por los apóstoles. No es su autoridad, sino la de Cristo y la iglesia.

Hay un solo evangelio, el de Cristo, y cualquier otro mensaje debe ser rechazado, porque sería desviar nuestros ojos de Cristo.

La razón por la que Pablo se opone a las enseñanzas de estos falsos maestros es porque su enseñanza es diametralmente opuesta a lo La Escritura enseña. Esencialmente, la salvación es por la fe en Cristo, y no por las obras de la ley (Gálatas 2:16-21; 3:11) Como hemos dicho, considerar que la ley, o las obras, tienen algún mérito para salvación es desligarse de Cristo, es quitar la confianza del Señor Jesús, su persona y su obra, es rechazar la gracia del Señor (Gálatas 5:3-4). El evangelio deja de ser evangelio cuando queremos agregarle un componente humano.

El evangelio deja de ser evangelio cuando queremos agregarle un componente humano.

El evangelio libera al hombre de la esclavitud de la ley (Gálatas 5:1, 3:23-29). La ley no tiene la capacidad de justificarnos, pero al “encerrarlo todo bajo pecado” nos enseña nuestra injusticia y nos lleva a poner nuestra fe en Cristo. En consecuencia, querer volver atrás, para vivir bajo la ley, es volver a ponernos las cadenas de esclavitud que teníamos (Gálatas 4:8-9). Pablo, al enseñarnos que el evangelio se trata de la gracia, realiza una analogía entre Agar (esclava) y Sara (libre). Los herederos de la promesa del evangelio no son los hijos de Agar, los que se sujetan a la ley, sino los hijos de Sara, quienes son liberados de la esclavitud de la ley por medio del evangelio de Cristo Gálatas 4:21-28.

Es tan peligroso olvidar esta libertad que recibimos por el evangelio (Gálatas 5:9) que Pablo estuvo incluso dispuesto a llamarle la atención a Pedro, cuando este tuvo actitudes contrarias a la libertad de Cristo (Gálatas 2:11-14). Y asimismo no accedió a circuncidar a Tito, para no claudicar en esa libertad (Gálatas 2:3-5)

La libertad que el evangelio nos da, no es una libertad que lleva hacia una mayor impiedad, sino que obra en nosotros el amor que nos mueve a la santidad (Gálatas 5:16-18). Pero esto tampoco es de nosotros, sino que es la obra del Espíritu en los creyentes (Gálatas 5:18, 25). Espíritu que recibimos porque Cristo nos lo concede.

En síntesis, Pablo nos hace saber que el evangelio no consiste en nada que nosotros podamos hacer, sino en depositar toda nuestra confianza en la persona y la obra del Señor Jesucristo. Él identifica claramente el evangelio con la libertad de la gracia, mientras que la obediencia a la ley nos lleva a ser esclavos de la ley, porque no podemos cumplirla. Por tanto, si quisiéramos poner nuestra confianza en otra cosa que no sea el evangelio de la cruz, estamos siendo engañados y llevados a esclavitud. Y no hay mayor tragedia que esa, habiendo conocido la gracia que se halla en Cristo, recaer en la esclavitud de las obras y los mandamientos humanos. Por esto mismo, es necesario que defendamos y proclamemos este evangelio, el que nos lleva a mirar a la cruz de Cristo y no a nosotros mismos.

No hay mayor tragedia que esa, habiendo conocido la gracia que se halla en Cristo, recaer en la esclavitud de las obras y los mandamientos humanos

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