Nuestro texto de hoy
‘Pues consideren, hermanos, su llamamiento. No hubo muchos sabios conforme a la carne , ni muchos poderosos, ni muchos nobles. Sino que Dios ha escogido lo necio del mundo para avergonzar a los sabios; y Dios ha escogido lo débil del mundo para avergonzar a lo que es fuerte. También Dios ha escogido lo vil y despreciado del mundo: lo que no es, para anular lo que es, para que nadie se jacte delante de Dios. Pero por obra Suya están ustedes en Cristo Jesús, el cual se hizo para nosotros sabiduría de Dios, y justificación, santificación y redención, para que, tal como está escrito: «El que se gloría , que se gloríe en el Señor ».’
1 Corintios 1:26-31
Meditemos
Cuando alguien tiene un concepto demasiado elevado de sí mismo, cuando se jacta y se vuelve orgulloso, en Argentina solemos usar la expresión “agrandarse”. Así que, si traducimos este pasaje a argentino básico, sería algo así como “no se agranden”.
El llamamiento: consideren su llamamiento, dice Pablo. Mírense a ustedes mismos y consideren. ¿A quiénes ha llamado el Señor? ¿A los ricos, poderosos, sabios fuertes? La respuesta está en ese pedido que les hace Pablo… consideren “su” llamamiento. ¿Cuántos eran nobles, fuertes, ricos o sabios entre ellos mismos? Muy pocos.
Hay dos pensamientos importantes que podemos deducir de este pasaje. Primeramente, la sabiduría, riqueza o fortaleza de los hombres no impresionan a Dios. ¿Qué es nuestra inteligencia ante el que lo sabe todo? ¿Qué es nuestra fortaleza ante el Creador de todas las cosas? Dios no nos elige por lo que somos. Es más, la confianza en lo que somos o tenemos nos sitúa lejos de Él.
Y esto nos lleva a este otro concepto: eligiendo lo vil, lo menospreciado, lo débil; Dios hace evidente que nadie puede jactarse delante de Él. Dios nos muestra quién es Él llamando a aquellos por los que nadie daría nada, y dándonos valor.
Cristo, nuestra gloria: y esta es la maravilla del evangelio. Somos débiles, necios y pobres. Pero, Dios tiene un “pero” para nuestra pobreza y debilidad. Ese “pero” es Cristo. Si eres un hijo de Dios es porque Él te libró del reino de las tinieblas y te trajo a Cristo. Y Él es quién se hizo sabiduría, justificación, santificación y redención “para nosotros”.
Es por Cristo que nosotros podemos ahora ser sabios, y que somos redimidos, justificados y santificados, solo por Cristo. Por él y solo por Él. Porque no hay otra forma. Esa es nuestra gloria: somos suyos.
Esa es nuestra gloria: somos suyos.
¿Y entonces? Entonces no hay nada para agrandarse, por el contrario, “es el sentimiento de insuficiencia que hace que las personas nos demos cuenta de nuestra necesidad y creamos al evangelio.” (C. Palomares)
Un detalle para señalar
Este pasaje guarda una relación muy directa con lo que el Señor dijo en Mateo 11:25-26: “Te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque ocultaste estas cosas a sabios e inteligentes, y las revelaste a los niños. Sí, Padre, porque así fue de tu agrado.”
Y precisamente, ese término, “fue de tu agrado”, tiene profunda relación con la palabra llamamiento (κλῆσις-klēsis), el cual es “el acto de llamar de parte de Dios para la salvación, basado no en la condición externa de los llamados, sino en el amor soberano de Dios.” (C.P.)
Para pensar
Si Dios nos llamó sin que haya mérito alguno en nosotros, no hay motivo para la jactancia, sino por el contrario, esto es motivo para la humildad compartida entre todos los que hemos recibido esta misma misericordia.
Si Dios nos llamó sin que haya mérito alguno en nosotros, no hay motivo para la jactancia, sino por el contrario, esto es motivo para la humildad compartida entre todos los que hemos recibido esta misma misericordia.