Devocional

Que Jesús sea tu Señor, es un don de Dios (1 Corintios 12:1-3)

Nuestro texto de hoy

 

‘En cuanto a los dones espirituales, no quiero, hermanos, que sean ignorantes. Ustedes saben que cuando eran paganos, de una manera u otra eran arrastrados hacia los ídolos mudos. Por tanto, les hago saber que nadie hablando por el Espíritu de Dios, dice: «Jesús es anatema »; y nadie puede decir: «Jesús es el Señor», excepto por el Espíritu Santo. ‘

 

1 Corintios 12:1-3

 

Meditemos

 

Los dones espirituales pueden ser un tema conflictivo en iglesias que no recuerdan lo esencial del evangelio. La iglesia no puede ser una competencia para ver quién sirve mejor al Señor, o quién lo hace una manera más espectacular. 

Este es el tema del cuál va a comenzar a hablar Pablo ahora, y en estos tres versículos establece el fundamento de su enseñanza. 

No podemos ser ignorantes de que: 

El que sigue a los ídolos es un esclavo… eso era así para muchos de los que estaban leyendo esta carta. Al mirar nuestro pasado, seguramente hay muchas prácticas y lugares recorridos que nos avergüenzan. Es que el hombre está sumido en la oscuridad. La ignorancia nos lleva siempre a la idolatría vana. 

Ahora bien, todos ellos habían estado ahí, todos hemos estado ahí. Recuerda… ¿Cuántas cosas creíste, seguiste e hiciste en tu ignorancia? 

La cuestión es… si hoy has creído en el evangelio de Cristo, y ya no vas tras los ídolos… ¿Es porque hay una capacidad en vos que otros no tienen? ¿Fueron tu propia inteligencia y sabiduría las que te llevaron a la fe? 

La verdad es que no. Si la luz del evangelio no resplandece en nuestras vidas, todos nuestros intentos de alcanzar a Dios son como los movimientos de un hombre en arenas movedizas. Cada gesto por salvarnos nos llena de confusión y nos hunde más. 

No hay forma en que el hombre pueda conocer a Dios si no es por obra del Espíritu Santo. 

El don precioso de un Señor que nos salva… Precisamente por eso, por que nuestra vida depende del obrar de Dios, es que debemos recordar dos preciosas verdades…

Nadie puede negar a Cristo y blasfemar contra Él por el Espíritu de Dios. Es decir, el Espíritu del Señor jamás nos va a llevar a hacer o decir nada que no agrade a Dios. No es posible que alguien sea movido por el Señor a deshonrarlo. 

De la misma manera nadie puede experimentar y proclamar el señorío de Cristo en su vida, si no es porque el Espíritu de Dios mora en Él. 

La idea es clara. Nadie que esté en Cristo blasfemará contra Él, nadie que no esté en Cristo puede tenerlo como Señor. 

Que Cristo sea nuestro Señor se trata de confesarlo y que sea evidente. En lo que decimos y en lo que vivimos. 

Las implicaciones del concepto que aprendemos aquí nos permiten saber pensar en que los dones que una persona tenga son absolutamente secundarios. Si alguien confiesa a Cristo como su Señor, y yo mismo confieso a Cristo como mi Señor, eso nos suyos, y nos hace hermanos. 

Si alguien confiesa a Cristo como su Señor, y yo mismo confieso a Cristo como mi Señor, eso nos suyos, y nos hace hermanos. 

Y es ese don, que Cristo sea nuestro Señor y nuestro Salvador, el mayor y más precioso don que podríamos concebir. 

Un detalle para señalar

 

Observa que Pablo comienza hablando de “dones espirituales”. O sea, algo que el Espíritu nos da, no algo que ganamos, pagamos o merecemos. ¿Qué jactancia podría surgir de eso? 

 

Para pensar

 

Necesitamos entender y recordar siempre que cualquier don de servicio (recuerda, los dones son para servir) que hayamos recibido, es nada comparado con el precioso don de la salvación, que nos hermana a otros. 

Que Cristo sea nuestro Señor, es un don de Dios, el más precioso. 

 

Escrituras tomadas de la Nueva Biblia de las Américas (NBLA), Copyright © 2005 por The Lockman Foundation. Usadas con permiso. www.NuevaBiblia.com

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