Devocional

Sin lugar a dudas (Lucas 24:36-43)

Lectura: Lucas 24:36-43

 

‘Mientras ellos relataban estas cosas, Jesús se puso en medio de ellos, y les dijo: «Paz a ustedes». Pero ellos, aterrorizados y asustados, pensaron que veían un espíritu. Y Él les dijo: «¿Por qué están turbados, y por qué surgen dudas en sus corazones? Miren Mis manos y Mis pies, que Yo mismo soy; tóquenme y vean, porque un espíritu no tiene carne ni huesos como ustedes ven que Yo tengo». Cuando dijo esto, les mostró las manos y los pies. Como ellos todavía no lo creían a causa de la alegría y porque estaban asombrados, les dijo: «¿Tienen aquí algo de comer?». Ellos le presentaron parte de un pescado asado, y Él lo tomó en las manos y comió delante de ellos. ‘

 

Los discípulos supieron de la resurrección del Señor por el testimonio de las hermanas, que encontraron la tumba vacía. Luego por los discípulos que estuvieron con Él en el camino a Emaús y volvieron a dar testimonio. Pero la resurrección de Jesús es algo que encuentran difícil de creer. ¿Cómo puede alguien volver por sí mismo de la muerte? 

Finalmente, el Señor está en medio de ellos, y lo saluda. ¿La reacción inicial? Temor y desconcierto. ¡Debe ser un espíritu!, -se dicen. Pero el Señor les demuestra, sin lugar a dudas, que es Él mismo el que está en medio de ellos. Vengan, toquen mi carne, vean que Yo soy, y que vivo, porque he vencido a la muerte, tal como lo prometí. 

La sorpresa sigue, pero el temor se convierte en alegría. Realmente es Él. Hasta come delante de ellos. 

Este encuentro con Jesús deja una huella tan profunda en quienes están allí que los llevará a servir al Resucitado hasta el día de su propia muerte. 

Es cierto, que Jesús haya resucitado no es fácil de creer. Los discípulos mismos de Jesús dudaron. Pero al verlo, tocarlo y estar con Él sus corazones se llenan de una convicción inalterable. Cuando miramos la historia de la iglesia, y lo que sucedió con estos que son testigos de la resurrección de Cristo, vemos a muchos muriendo por causa del Evangelio de Jesús.

¿Por qué vale la pena dar la vida? Ciertamente no por rumores o cuestiones posibles, sino solamente por una certeza. Y los discípulos saben ahora que Jesús ya no está en la tumba, sino que ha vencido al último enemigo: el pecado y su fruto, la muerte.

 

PARA PENSAR:  La fe cristiana sostiene y afirma las ideas más sublimes y preciosas. Pero no se trata exclusivamente de ideas. Sino de hechos, palpables, tangibles. Juan dirá que Él escribe de lo que ha visto, oído y palpado (1 Juan 1:1). El Evangelio es una realidad. 

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