Lectura: Lucas 11:37-54
En el pasaje de hoy leemos cómo un fariseo se sorprende de ver cómo Jesús se sienta a comer sin hacer el lavado ritual de manos que para ellos era tan importante.
Y esto se convierte en una oportunidad para brindar una de las características principales del Reino que Jesús ha venido a anunciar.
El Reino de Dios se ha de establecer en todo lugar, y cuando esto suceda ya no habrá más pecado, ni su fruto (la muerte, el dolor y el sufrimiento). Ahora bien, este Reino se establece primeramente en el interior de las personas. El Evangelio hace lo que ninguna otra cosa puede lograr, cambia los corazones.
El Evangelio hace lo que ninguna otra cosa puede lograr, cambia los corazones.
Por eso es que Jesús le dice a este fariseo que lo exterior es secundario, que los ritualismos en los que han caído los fariseos reflejan que su obediencia es pura religiosidad para mostrar. Autojusticia. Suficiencia. Apariencia y sólo apariencia. Y lo que hay adentro es exactamente lo contrario de lo que se quiere mostrar. La apariencia de piedad es en realidad orgullo, búsqueda de privilegios, excusas para no amar.
Un escriba reacciona ofendido y la respuesta de Jesús es dura. Porque en este Reino no hay lugar para la doble cara, para la vacilación, para la hipocresía.
El Señor les dice, ustedes hacen monumentos a los mismos profetas que sus padres persiguieron y mataron, porque no los querían escuchar. ¿No te hace acordar eso a la gente que quiere usar frases de Jesús, e imágenes, pero reacciona con rechazo al Evangelio? ¿No podemos caer nosotros en algo parecido al inundar nuestros teléfonos y redes sociales de contenido que proclama nuestra piedad y que eso no sea un reflejo fiel de nuestra vida real?
¿No podemos caer nosotros en algo parecido al inundar nuestros teléfonos y redes sociales de contenido que proclama nuestra piedad y que eso no sea un reflejo fiel de nuestra vida real?
El Reino de Dios es un Reino que transforma de raíz al hombre. Un Reino en el que no hay lugar para la falsedad. El Reino de Dios es un Reino de Verdad.
El Reino de Dios es un Reino que transforma de raíz al hombre. Un Reino en el que no hay lugar para la falsedad. El Reino de Dios es un Reino de Verdad.
PARA PENSAR: ¿Somos conscientes de que muchas veces los detalles religiosos pueden desviar nuestros ojos de la cruz? ¿Nos aferramos al Evangelio como lo único que puede cambiarnos verdaderamente?